La guerra contra el terrorismo
Para empezar está el hecho (como adelantaba en el extracto del libro DTuC) de que no sabemos exactamente contra qué estamos luchando. ¿Contra los Estados que incumplen la ley internacional? Entonces la guerra no acabará nunca. ¿Contra los Estados de religión oficial musulmana? Un criterio peligroso para justificar una actuación militar. ¿Contra los Estados que no tengan nuestro modelo democrático-liberal? Entonces habrá que volver a redactar la lista de “aliados” en esta guerra fantasma, porque muchos no cumplen este requisito.
Tal vez la aproximación es otra. Tal vez no se está luchando contra Estados concretos, sino contra grupos de personas que actúan dentro de estos Estados. Entonces mi pregunta es si está justificado utilizar medios bélicos contra otro país, para atacar a parte de su población. Me parece que es ir totalmente en contra del derecho internacional (por no mencionar que lo considero inmoral).
Se nos dice una y otra vez que estamos en un mundo diferente, que el 11-S supuso un cambio. Que ahora hay otras reglas de juego a las que debemos adaptarnos.
¿Realmente? El terrorismo internacional ya existía antes del 11-S. Al Qaeda ya existía antes del 11-S. Incluso si tenemos en cuenta que, efectivamente, el ataque de 2.001 fue impactante en todos los aspectos, sigue sin tener sentido lo de las “nuevas reglas de juego”.
El 11-S fallecieron aproximadamente 3.000 personas. Es espeluznante, desde luego; sobre todo, porque lo vimos en directo. Como consecuencia de ello, dos países han sido invadidos y se ha recortado los derechos fundamentales en muchas zonas del mundo occidental. Parece excesivo, pero los autores lo justifican, como digo, con el argumento de que esas 3.000 víctimas inocentes cambiaron las cosas.
Parece, pues, que el fin justifica los medios: Para evitar que mueran otras 3.000 personas, iremos hasta donde haga falta.
Si es así, tal vez debamos revisar nuestros números. ¿Sabéis cuántas personas fallecen anualmente, sólo en España, como consecuencia de accidentes de tráfico? Una media superior a 3.000 personas. Cada año tenemos en España el equivalente en víctimas al 11-S.
Siguiendo la lógica de los que sostienen la necesidad de esta “guerra contra el terror”, habría que llegar hasta donde hiciera falta para evitar que esto vuelva a ocurrir. Si hay que prohibir los coches, los prohibimos. Si hay que condenar a cadena perpetua –en un juicio militar sin presunción de inocencia- a los que tengan multas de tráfico, los condenamos. Si hay que atacar a Alemania por producir sus BMW, lo hacemos.
¿Ridículo? No tanto como la idea de que el terrorismo puede ser combatido con bombas y Estados policiales.
Y es que nos estamos olvidando de los aspectos meramente utilitarios: El objetivo de la “guerra contra el terrorismo” es, obviamente, acabar con el terrorismo. Pero, ¿puede conseguirse de forma militar? Los hechos, las noticias diarias, parecen demostrar lo contrario. En realidad, hoy hay más violencia terrorista en el mundo que antes de que se iniciara este conflicto inacabable.
Lo mismo ocurre con el recorte de libertades que estamos viendo. ¿Sirven para luchar contra el terrorismo? Es discutible. Desde luego, mejorar la actuación de las fuerzas de seguridad contribuye a detener planes terroristas antes de que sean efectivos. Pero de ahí a decir que, en consecuencia, es necesario renunciar a todos nuestros derechos fundamentales, hay un trecho.
Los tribunales de excepción, las políticas discriminatorias o racistas, los cambios de régimen en países distantes,... Nada de esto ayuda a luchar contra el terrorismo. Antes al contrario, da armas ideológicas a los terroristas presentes y futuros.
Entonces, podríamos preguntarnos qué es lo que debemos hacer para estar más seguros. ¿Cómo podemos conseguir que desaparezca la amenaza terrorista? En mi modesta opinión, esto no lo lograrán las bombas. Lo que habría que hacer es un trabajo a largo plazo, centrado en la educación (para eliminar –en ambas partes en conflicto- estereotipos negativos), y en la erradicación de la pobreza (para que desaparezca la sensación de injusticia que aboca a mucha gente al fanatismo religioso intolerante). Habría que conseguir, en definitiva, un mundo socialmente más justo. Cosa que estamos perfectamente capacitados para hacer.
Y sí, mientras dura el proceso de cambio nuestras fuerzas de seguridad deberían seguir haciendo su trabajo. Pero sin renunciar a lo que nos convierte en Estados democrático-liberales.
Sería un trabajo largo, pero podemos hacerlo si queremos. El mayor problema es que los políticos piensan en plazos de cuatro años...
Etiquetas: Problemas globales, Terrorismo