27 marzo 2007

Hacia una democracia participativa

¡Saludos!
Esta entrada puede parecer que no tiene relación con el tema internacional, pero al final veréis que sí, porque es algo que afecta a todo el mundo.
Últimamente hemos estado viendo en España que la gente parece estar desencantada con la política (y con razón). Tanto en comicios autonómicos (Cataluña) como en consultas populares (estatuto de autonomía andaluz), la baja participación es la tónica general. Es como si a la gente no le importara lo que hacen los políticos, como si se pensara que “total, va a dar lo mismo salga quien salga”.
O, directamente, se quiere castigar a los políticos “tradicionales” por no hacer caso a los verdaderos problemas de la sociedad. Y entonces, sorprendentemente, partidos desconocidos como el “Partit dels Ciutadans” obtienen resultados inesperados. Voto de castigo absoluto.
Como si eso no fuera con ellos, los políticos no intentan corregir su conducta y lo único que hacen es tener discusiones de patio de colegio. Tipo: “Seño, Fulanito me ha dicho que tal” - “Sí, pero tú has empezado” - “No, tú” - “Tú más”.
Patético. Es normal que la gente se canse de todos ellos. Seamos votantes de izquierdas o de derechas, éste no es el espectáculo que deberían darnos nuestros dirigentes.
¿Cómo solucionarlo?
A mi entender, hay dos tipos de políticos. Unos, que lo único que buscan es enriquecerse con esta profesión que debería estar destinada al servicio público. Con éstos, obviamente, no se puede contar para mejorar las cosas.
Otros políticos sí que tienen una verdadera vocación, ideales, y buscan arreglar los problemas. Pero tienen que luchar constantemente con sus colegas menos éticos. Además, su contrato de trabajo es temporal: Cuatro años.
Admitámoslo, es difícil arreglar las cosas en solo cuatro años. Si además no puedes hacer piña ni siquiera con los miembros de tu propio partido (por culpa de los corruptos), es normal que la clase política esté desvalorizada.
Pero tenemos un as en la manga, del que estamos sacando poco partido: La sociedad.
No debemos olvidarnos de esto: Se supone que los políticos no son nuestros jefes. Son nuestros empleados. Podemos despedirlos si queremos.
(Al menos en una democracia. En teoría, en una dictadura ocurre lo mismo, lo que pasa es que es más difícil movilizar a la gente, porque te arriesgas a la represión).
Ahora decidimos cada cuatro años. Pero parece claro que eso no basta. ¿Por qué? Lamentablemente, porque los votantes nos desentendemos. Elegimos a nuestros políticos para no tener que pensar nosotros en los problemas del país durante la legislatura. Somos así de vagos.
De este modo, claro, les damos demasiada manga ancha para que hagan lo que quieran. Y los problemas, sin resolver.
Pero esta dinámica se puede cambiar con un sistema. Un sistema que ya se ha probado en otros países, y que ha demostrado que funciona: Potenciar la democracia participativa.
Me explico. Nuestra democracia es “representativa”. Elegimos a nuestros políticos para que nos representen. Para que hablen con nuestra voz. Lo hacemos así porque, en principio, sería difícil reunir a los cuarenta y tantos millones de españoles cada día para hablar, por ejemplo, sobre la ilegalización de partidos políticos, o las medidas educativas, o cualquier problema que pase por las Cortes. Es más fácil que lo haga un grupo de políticos que nos represente proporcionalmente.
Eso está bien, pero el sistema se está agotando.
La otra opción es la democracia participativa: Hacer que la ciudadanía, en tiempo real, tome partido en las decisiones.
Un experimento de este tipo se hizo en la ciudad brasileña de Porto Alegre: El presupuesto participativo. A grandes rasgos, lo que se hizo fue permitir que los ciudadanos votaran dónde querían que los políticos gastaran el dinero municipal. Sus decisiones no eran vinculantes, pero cualquiera le lleva la contraria a los votantes. Si tus posibles electores, en un 75%, te dicen que quieren mejor alcantarillado, tanto si eres político corrupto como idealista, harás exactamente eso.
Por ello, el nivel de vida en Porto Alegre ha ido subiendo como la espuma en los últimos años: Porque los políticos no gastan el dinero en tonterías, sino en lo que hace falta. Y varias ciudades españolas ya han tomado prestada la idea del presupuesto participativo.
La ventaja añadida de este sistema es que hace que la gente de a pie se sienta más vinculada con la política. Ya no se trata de lo que deciden unos cuantos en las altas esferas; la voz de cada ciudadan@ cuenta.
Hay otros sistemas, como el landgemeine suizo (una especie de asamblea popular aún vigente).
La cuestión es que la democracia participativa parece que es la mejor opción de futuro. Y todavía no he hablado de nuestra mayor baza: Las modernas tecnologías de comunicación.
Hoy día, es muy fácil acceder a internet. Y ello ofrece un abanico de posibilidades enorme. ¿Y si hubiera una especie de “Cortes virtuales” donde cualquiera pudiera entrar con su DNI digital y dar su opinión, o incluso votar? ¿No os parece que el país tomaría otro rumbo, y que los políticos irían a lo que realmente nos interesa a tod@s?
Ya oigo las quejas: “Es muy complicado de hacer”. Bueno, no creo que sea así. Pero tampoco es necesario dar el salto desde cero hasta una participación 100% en todos los asuntos legislativos.
Por ejemplo, hay otra posibilidad (que, humildemente, creo haber inventado yo porque no he leído esto en ninguna parte): La moción de censura popular.
Hoy día, los partídos políticos pueden votar en cualquier momento (si tienen la mayoría necesaria) para hacer caer al Gobierno y poner otro. Normalmente esto no pasa, porque quien tiene la mayoría ya es el propio Gobierno, así que las mociones de censura no prosperan a menos que haya circunstancias excepcionales.
Pero, ¿y si fuera la ciudadanía la que pudiera iniciar una moción de censura? ¿Y si, cuando hubiera millones de votantes molestos, pudieran provocar ellos solitos la caída del Presidente?
Doy un boceto del sistema:
- En primer lugar, haría falta un número X de “votantes digitales” que pusieran en marcha el proceso.
- Se daría un plazo razonable a l@s votantes para decidir si aceptan o no la moción. Dada nuestra tradicional vagancia, una semana sería lo apropiado.
- Nótese que por “l@s votantes” no me refiero solo a la clase política, sino a tod@ ciudadan@ que pueda votar.
- Si pasada la semana hubiera votado a favor de la moción un número Y de gente (debería ser un número millonario de votantes, aunque tal vez sin llegar a 3/5 del censo electoral), la moción prosperaría. En ese caso, el Parlamento se disolvería y se convocaría nuevas elecciones.
¿Qué conseguiríamos con esto? Que los políticos no dieran por sentado que, si tienen mayoría en el Parlamento, estarán en el poder hasta el final de la legislatura y durante ese tiempo podrán hacer todo lo que les apetezca.
En cambio, tendrían bien presente lo que de verdad quieren sus votantes (y sus no votantes). Es decir, harían frente a los auténticos problemas del país (y no a sus infantiles peleas partidistas). Porque si no lo hicieran, podría haber una moción de censura contra ellos.
¿Problemas del sistema? Sobre todo, dos.
Primero, la inseguridad que podría generar. Grupos oportunistas de la oposición podrían estar bombardeando constantemente al Gobierno (a través de sus afiliad@s) con mociones de censura. Esto se podría evitar si el número X para iniciar el proceso fuera lo suficientemente alto.
Segundo, la complejidad. Para que esto fuera viable en España, necesitaríamos una reforma constitucional; que, por supuesto, los partidos políticos no van a estar por la labor de promover. Además, sería difícil movilizar a la gente para que apoyara este proyecto.
Pero bueno, por algo se empieza. Seguro que irán apareciendo en el mundo ideas como ésta en los próximos años. Porque creo firmemente que el siglo XXI será el siglo de la sociedad civil.
Pero esto es asunto para otra entrada…

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26 marzo 2007

El Abrazo de los Dos Imperios (y 4)

5.- El expansionismo chino.
Cuando los Song llegan al poder en 960, perfeccionan el sistema estatal y la enseñanza. Y, lo que es más importante, por primera vez China da importancia al mar. En tiempos de los Song se empieza a construir una importante flota, hasta tal punto que llega incluso a imponerse numéricamente a la presencia musulmana en los mares del sur.
Todo ello se combina con la llamada "revolución económica de los Song", que a su vez aparece estrechamente vinculada a la eclosión del comercio, la potenciación de instituciones crediticias o el uso del papel moneda. Todo esto hubiera ocurrido sin duda aunque no hubiera habido presencia europea en China, pero el nivel al que se llegó sólo se explica teniendo en cuenta la presencia veneciana en Cantón.
Efectivamente, la relación Song-Venecia creó importantes sinergias comerciales en ambos bandos. Tan significativa fue su relación que los historiadores chinos, al darse cuenta de que los mercaderes venecianos venían de lo que antaño fuera Taqinguo, denominaron a este perídodo -de acuerdo con su concepción cíclica de la Historia- el "Segundo Abrazo de los Dos Imperios".
Todavía se discute si fueron los Song los que impulsaron la actividad económica de Venecia o si los mercaderes venecianos fueron el detonante de la "revolución Song". Los hechos son que el comercio floreció en China y en Italia.
En Europa, ello tuvo importantes repercusiones militares y científicas. Con el desarrollo de las armas de fuego, la protección de las armaduras había dejado de ser útil. Ello supuso la creación de unos ejércitos menos preocupados por los pesados petos y más por la movilidad y la flexibilidad. En las guerras subsiguientes, más que las defensas, resultaba especialmente importante el contar con algún ingenio tecnológico militar. Los cuerpos de zapadores y de ingenieros se convirtieron en los más importantes. Pero ello -así como la producción masiva de pólvora- requería un importante capital. Y fueron los venecianos los que introdujeron los fondos necesarios, al tiempo que comenzaban a desarrollar una incipiente banca (lo que, por su parte, fomentaría el artesanado y daría lugar, a mediados del siglo XII, a una notable clase proletaria urbana). El uso del papel moneda, idea traída desde China, facilitó sobremanera las transacciones.
En la China Song, sin embargo, el capitalismo no prosperó tanto. Las estructuras de propiedad de la tierra, la organización gubernamental, el concepto del mundo en general, seguían siendo demasiado incompatibles con estas ideas. Hay que recordar, igualmente, que la pólvora como elemento militar tardó en China algo más en entrar en escena.
Pero lo que sí prosperó fueron las instancias comerciales y financieras. Ello añadido al expansionismo marino, creó una importante red de comercio que abasteció a China de todo tipo de bienes procedentes de los mares del sur, Europa, África y el mundo islámico.
Este periodo de relaciones idílicas entre China y Europa duró hasta la caída de la dinastía Song. Con ellos, cayeron también el control de Asia Central y la poderosa flota china que protegía la Ruta marítima de la Seda. Ello significó, de nuevo, la pérdida de contacto entre ambos mundos.
Pero al tiempo que Occidente iba perdiendo importancia estratégica para China, los musulmanes la iban ganando. En el periodo en el que el califato se dividió en reinos de taifas (1031), y los cristianos comienzan las Cruzadas (1096), los seguidores del Islam comenzaron a ver la importancia de tener buenas rutas comerciales (con las que incluso se podía llegar a algún acuerdo militar). De modo que instituciones como el Consulado que describía Sulaiman fueron potenciadas.
Tanto es así, que los escritores chinos del siglo XII describen a los musulmanes como un país "poderoso y guerrero" repleto de gente con "elegancia en el vestir", y cuyos artesanos son "verdaderos artistas".
6.- La dinastía Yuan.
A pesar de todo ello, la llegada al poder de la dinastía Yuan cambiaría mucho las cosas. La política exterior de Gengis Khan y sus sucesores no se caracterizó en sus primeros compases por su aperturismo, sino más bien por el desprecio hacia las sociedades urbanas, a las que consideraban prisioneras de sus propias ciudades.
En este momento, los contactos con el exterior quedaron reducidos a su mínima expresión, sobre todo cuando las actuaciones militares de los mongoles mostraron a las claras que eran un enemigo digno de temer, y que si bien podía aceptar en su sociedad a los que se amoldaban al modo de vida impuesto por ellos, también podía mostrar una extrema crueldad con quienes se les oponían.
Testigo de ello fue Muhammad, el Sha de Juarezm, quien sufrió los devastadores efectos de una guerra con los mongoles entre 1219 y 1221. Poco a poco, las tropas de lo que con Kubilai serían los Yuan conquistaron Asia Central y destruyeron gran parte de las infraestructuras construidas en siglos anteriores.
Los avances mongoles llegaron hasta el corazón de Europa, donde se detuvieron en 1241. En este momento, queda claro el riesgo que suponen los "tártaros" para Occidente. Por ello, en 1245 parte para China el franciscano Giovanni Carpini, con la misión de averiguar todo lo posible acerca de este pueblo, así como de las maneras de combatirlos. De todo ello dará minucioso detalle en su "Historia Mongolorum".
El entonces Khan Güyük tenía motivos para recibirle, puesto que lo animaba la misma curiosidad sobre su enemigo. A pesar de la formidable eficacia y movilidad de los mongoles, su avance por Europa no había sido tan rápido y contundente como estos estrategas esperaban. El principal motivo de ello fue que se encontraron con unos reinos que, tras siglos de duras luchas y una militarización extensiva desde que los venecianos importaran la pólvora, habían desarrollado una considerable maquinaria bélica basada en las armas de fuego. Si bien los mongoles habían logrado llegar a Buda y Pest, y avanzaban decididamente hacia Viena, las bajas sufridas habían sido tremendas: Los europeos, al igual que los mongoles, preferían atacar a distancia y moverse rápido (técnica aprendida tras la desastrosa debacle de los caballeros). Pero, a diferencia de los mongoles, los europeos poseían armas capaces de perforar cualquier armadura, y unos primitivos cañones que permitían contundentes ataques de área.
Güyük recibió, pues, a Carpini con el mismo fin con que éste había acudido a China: Aprender todo lo posible sobre los enemigos.
De esta forma, los mongoles -que habían demostrado ser capaces de adaptarse rápidamente e incorporar innovaciones militares extranjeras- aprendieron con una velocidad sorprendente todo lo que los europeos sabían de armamento. Del mismo modo Carpini se empapó de las tácticas de entrenamiento de los mongoles, aspecto en el que seguían siendo superiores a los europeos.
Este contacto hubiera podido provocar una importante oleada bélica, una como no se veía desde la caída del Imperio Romano, de no ser por la llegada al poder, en 1260, de Kubilai, con el que se inicia la dinastía Yuan propiamente dicha. Efectivamente, Kubilai demuestra desde el principio tener mucho interés por todo lo que viniera del extranjero, y sabe rodearse de asesores venidos de todas partes del mundo conocido.
A este ambiente receptivo se sumó la llegada, en 1262, de unos hermanos venecianos: Los Polo. De nuevo, las tierras del antiguo Imperio Romano y las del antiguo Imperio Han establecían contactos diplomáticos que influenciarían a ambas culturas en las décadas por venir. De este viaje, y del que se produciría diez años más tarde, surge el nombre del "Tercer Abrazo de los Dos Imperios".
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Espero que haya gustado.
Un saludo.
Fabián Plaza.

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