Hacia una democracia participativa
¡Saludos!
Esta entrada puede parecer que no tiene relación con el tema internacional, pero al final veréis que sí, porque es algo que afecta a todo el mundo.
Últimamente hemos estado viendo en España que la gente parece estar desencantada con la política (y con razón). Tanto en comicios autonómicos (Cataluña) como en consultas populares (estatuto de autonomía andaluz), la baja participación es la tónica general. Es como si a la gente no le importara lo que hacen los políticos, como si se pensara que “total, va a dar lo mismo salga quien salga”.
O, directamente, se quiere castigar a los políticos “tradicionales” por no hacer caso a los verdaderos problemas de la sociedad. Y entonces, sorprendentemente, partidos desconocidos como el “Partit dels Ciutadans” obtienen resultados inesperados. Voto de castigo absoluto.
Como si eso no fuera con ellos, los políticos no intentan corregir su conducta y lo único que hacen es tener discusiones de patio de colegio. Tipo: “Seño, Fulanito me ha dicho que tal” - “Sí, pero tú has empezado” - “No, tú” - “Tú más”.
Patético. Es normal que la gente se canse de todos ellos. Seamos votantes de izquierdas o de derechas, éste no es el espectáculo que deberían darnos nuestros dirigentes.
¿Cómo solucionarlo?
A mi entender, hay dos tipos de políticos. Unos, que lo único que buscan es enriquecerse con esta profesión que debería estar destinada al servicio público. Con éstos, obviamente, no se puede contar para mejorar las cosas.
Otros políticos sí que tienen una verdadera vocación, ideales, y buscan arreglar los problemas. Pero tienen que luchar constantemente con sus colegas menos éticos. Además, su contrato de trabajo es temporal: Cuatro años.
Admitámoslo, es difícil arreglar las cosas en solo cuatro años. Si además no puedes hacer piña ni siquiera con los miembros de tu propio partido (por culpa de los corruptos), es normal que la clase política esté desvalorizada.
Pero tenemos un as en la manga, del que estamos sacando poco partido: La sociedad.
No debemos olvidarnos de esto: Se supone que los políticos no son nuestros jefes. Son nuestros empleados. Podemos despedirlos si queremos.
(Al menos en una democracia. En teoría, en una dictadura ocurre lo mismo, lo que pasa es que es más difícil movilizar a la gente, porque te arriesgas a la represión).
Ahora decidimos cada cuatro años. Pero parece claro que eso no basta. ¿Por qué? Lamentablemente, porque los votantes nos desentendemos. Elegimos a nuestros políticos para no tener que pensar nosotros en los problemas del país durante la legislatura. Somos así de vagos.
De este modo, claro, les damos demasiada manga ancha para que hagan lo que quieran. Y los problemas, sin resolver.
Pero esta dinámica se puede cambiar con un sistema. Un sistema que ya se ha probado en otros países, y que ha demostrado que funciona: Potenciar la democracia participativa.
Me explico. Nuestra democracia es “representativa”. Elegimos a nuestros políticos para que nos representen. Para que hablen con nuestra voz. Lo hacemos así porque, en principio, sería difícil reunir a los cuarenta y tantos millones de españoles cada día para hablar, por ejemplo, sobre la ilegalización de partidos políticos, o las medidas educativas, o cualquier problema que pase por las Cortes. Es más fácil que lo haga un grupo de políticos que nos represente proporcionalmente.
Eso está bien, pero el sistema se está agotando.
La otra opción es la democracia participativa: Hacer que la ciudadanía, en tiempo real, tome partido en las decisiones.
Un experimento de este tipo se hizo en la ciudad brasileña de Porto Alegre: El presupuesto participativo. A grandes rasgos, lo que se hizo fue permitir que los ciudadanos votaran dónde querían que los políticos gastaran el dinero municipal. Sus decisiones no eran vinculantes, pero cualquiera le lleva la contraria a los votantes. Si tus posibles electores, en un 75%, te dicen que quieren mejor alcantarillado, tanto si eres político corrupto como idealista, harás exactamente eso.
Por ello, el nivel de vida en Porto Alegre ha ido subiendo como la espuma en los últimos años: Porque los políticos no gastan el dinero en tonterías, sino en lo que hace falta. Y varias ciudades españolas ya han tomado prestada la idea del presupuesto participativo.
La ventaja añadida de este sistema es que hace que la gente de a pie se sienta más vinculada con la política. Ya no se trata de lo que deciden unos cuantos en las altas esferas; la voz de cada ciudadan@ cuenta.
Hay otros sistemas, como el landgemeine suizo (una especie de asamblea popular aún vigente).
La cuestión es que la democracia participativa parece que es la mejor opción de futuro. Y todavía no he hablado de nuestra mayor baza: Las modernas tecnologías de comunicación.
Hoy día, es muy fácil acceder a internet. Y ello ofrece un abanico de posibilidades enorme. ¿Y si hubiera una especie de “Cortes virtuales” donde cualquiera pudiera entrar con su DNI digital y dar su opinión, o incluso votar? ¿No os parece que el país tomaría otro rumbo, y que los políticos irían a lo que realmente nos interesa a tod@s?
Ya oigo las quejas: “Es muy complicado de hacer”. Bueno, no creo que sea así. Pero tampoco es necesario dar el salto desde cero hasta una participación 100% en todos los asuntos legislativos.
Por ejemplo, hay otra posibilidad (que, humildemente, creo haber inventado yo porque no he leído esto en ninguna parte): La moción de censura popular.
Hoy día, los partídos políticos pueden votar en cualquier momento (si tienen la mayoría necesaria) para hacer caer al Gobierno y poner otro. Normalmente esto no pasa, porque quien tiene la mayoría ya es el propio Gobierno, así que las mociones de censura no prosperan a menos que haya circunstancias excepcionales.
Pero, ¿y si fuera la ciudadanía la que pudiera iniciar una moción de censura? ¿Y si, cuando hubiera millones de votantes molestos, pudieran provocar ellos solitos la caída del Presidente?
Doy un boceto del sistema:
- En primer lugar, haría falta un número X de “votantes digitales” que pusieran en marcha el proceso.
- Se daría un plazo razonable a l@s votantes para decidir si aceptan o no la moción. Dada nuestra tradicional vagancia, una semana sería lo apropiado.
- Nótese que por “l@s votantes” no me refiero solo a la clase política, sino a tod@ ciudadan@ que pueda votar.
- Si pasada la semana hubiera votado a favor de la moción un número Y de gente (debería ser un número millonario de votantes, aunque tal vez sin llegar a 3/5 del censo electoral), la moción prosperaría. En ese caso, el Parlamento se disolvería y se convocaría nuevas elecciones.
¿Qué conseguiríamos con esto? Que los políticos no dieran por sentado que, si tienen mayoría en el Parlamento, estarán en el poder hasta el final de la legislatura y durante ese tiempo podrán hacer todo lo que les apetezca.
En cambio, tendrían bien presente lo que de verdad quieren sus votantes (y sus no votantes). Es decir, harían frente a los auténticos problemas del país (y no a sus infantiles peleas partidistas). Porque si no lo hicieran, podría haber una moción de censura contra ellos.
¿Problemas del sistema? Sobre todo, dos.
Primero, la inseguridad que podría generar. Grupos oportunistas de la oposición podrían estar bombardeando constantemente al Gobierno (a través de sus afiliad@s) con mociones de censura. Esto se podría evitar si el número X para iniciar el proceso fuera lo suficientemente alto.
Segundo, la complejidad. Para que esto fuera viable en España, necesitaríamos una reforma constitucional; que, por supuesto, los partidos políticos no van a estar por la labor de promover. Además, sería difícil movilizar a la gente para que apoyara este proyecto.
Pero bueno, por algo se empieza. Seguro que irán apareciendo en el mundo ideas como ésta en los próximos años. Porque creo firmemente que el siglo XXI será el siglo de la sociedad civil.
Pero esto es asunto para otra entrada…
Etiquetas: España, Internet, Proyectos personales