05 marzo 2007

El Abrazo de los Dos Imperios (2)

2.- La Ruta de la Seda
En los siglos que siguieron al contacto entre Gan Ying y Nerva, se institucionalizó el uso de esta vía comercial para trasladar las mercancías de una a otra región.

Hasta ese momento, cada caravana tenía que soportar elevados costes de protección, impuestos en cada oasis, y varios costes de intermediación. Eliminar a los innumerables intermediarios suponía una ventaja, dado que abarataba el coste de las caravanas. Las viejas protestas de Plinio sobre que el comercio de seda costaba al Senado y al pueblo de Roma millones de sestercios al año, dejaron de tener sentido.

Con el tiempo, la Ruta de la Seda se convirtió en lo que los romanos llamaron una servidumbre de paso "de facto". El corredor que unió ambos imperios se pobló de comitivas yendo en uno u otro sentido.

Si los partos o cualquiera de los pueblos intermediarios se sintieron ofendidos por este giro de los acontecimientos, se abstuvieron mucho de hacerlo notar. Después de todo, una cosa era cobrar determinadas comisiones y otra muy distinta era enfrentarse a la ira conjunta de Roma y China.

Con el tiempo, los pueblos comerciantes que habían ido surgiendo a remolque de la Ruta de la Seda perdieron cierta importancia, que fue pasando paulatinamente a las instancias militares de sus respectivas culturas. Inicialmente, fue una ventaja para el comercio sino-romano, dado que pudieron actuar en régimen de monopolio. En los siglos por venir, empero, aquello acabaría siendo un grave inconveniente para ambas civilizaciones, dado que los pueblos de la Ruta basaron su supervivencia en la vía militar. Como se verá, estos pueblos pronto consiguieron el valor necesario para hacer esporádicos ataques a las caravanas, sobre todo aprovechando momentos de inestabilidad de los imperios. Paulatinamente, estos ataques serían más frecuentes y cruentos, lo que acabaría siendo una de las causas del abandono de la Ruta terrestre de la Seda.

Y es que ésta no fue la única vía por la que las mercancías fueron de Roma a Luoyang. El Imperio Romano, aprovechando su superioridad marítima, y conociendo por los mapas chinos los contornos costeros de Asia, dispuso flotas en el Golfo Pérsico, a fin de que acompañaran y protegieran a los buques comerciantes que se dirigían a Sera. Con esto, se instauró un segundo camino, una segunda Ruta de la Seda, ésta por mar. Una Ruta que, además, resultó ser más importante, no sólo por las mayores cantidades de mercancía que permitía trasladar, sino también porque no necesitaba detenerse en oasis (y pagar por ello), y tenía menos riesgo de ataques (sobre todo cuando la Ruta terrestre de la Seda comenzó a ser demasiado peligrosa).

Así, cientos de buques navegaron en estas décadas en la ruta que iba desde Egipto hasta las costas de Malabar y Coromandel, Ceilán, la Península Malaya y Cantón (esta ruta fue realmente utilizada, en sentido contrario, por comerciantes chinos).

Pero lo más importante de estos viajes no fueron las mercancías que se movieron de un extremo del mundo al otro. Lo verdaderamente trascendente fue que, en esos barcos, viajaban también ideas y maneras de entender el mundo. Y éstas también se establecieron en lejanos puertos.

3.- Propagación de las ideas
Efectivamente, el comercio permitió deshacer algunas preconcepciones de ambos pueblos (como la creencia romana de que los Seres vivían más de 200 años y no amaban las costumbres sociales, o las ideas chinas sobre que los Taqinren deponían pacíficamente a su Rey cuando había alguna calamidad). Pero, más importante que esto, hubo un flujo constante de ideas, filosofías e innovaciones tecnológicas.

En el campo de las ideas, la revolución más importante para Roma fue la llegada de las ideas de Confucio, del taoísmo y del budismo.

"Confutius", como fue conocido entre los romanos, tuvo una importante aceptación entre los filósofos imperiales. Al fin y al cabo, sus ideas no se alejaban demasiado del modo de vida que ya les era propio a los romanos. Para ellos no era raro propugnar la obediencia debida al "paterfamilias" y a la jerarquía social, o señalar la importancia del respeto a los ritos (elementos que ya formaban parte de la "virtus" romana). Además, "Confutius" tenía ideas interesantes añadidas, como el "ren" (respeto a los otros y a las normas sociales), o la importancia de la educación para los gobernantes.

Así, una oleada de confucianismo romano se extendió entre las elites culturales. Tanto fue así, que las ideas del Maestro Kong llegaron desde Roma hasta la Península Helénica (donde se conoció a "Confutius" como "Konfutheón").

El taoísmo tuvo un éxito menor, pero fue igualmente aceptado por amplios sectores de la sociedad patricia. Al fin y al cabo, su búsqueda de la naturaleza no resultaba muy diferente a las ideologías cínicas. De hecho, el taoísmo se presentó en Roma como un cinismo mejorado, dado que incorporaba la posibilidad de alcanzar la "ataraxia", el estado de paz interior.

La menos exitosa de las corrientes de pensamiento chinas fue el budismo. Su doctrina de desapego a lo material y de intento de abandono de la "Rueda de la Vida" sólo fructificó entre las capas más bajas de la sociedad romana. Como parte de la tolerancia imperial ante otras religiones, se permitió a monjes budistas venidos de China y la India que establecieran algún que otro templo en territorio romano, incluso un monasterio en las inmediaciones de Roma, pero nunca pasaron de allí. Cuando en el año 202 Septimio Severo prohibió el proselitismo, los monjes budistas ocuparon un segundo plano.

China se mostró menos permeable a las influencias ideológicas romanas. Al contrario que Roma, Luoyang no vio ningún atractivo en el cinismo o en cualquier otra filosofía grecorromana. En realidad, determinadas ideas filosóficas rayaban en el desafío al orden impuesto por el Mandato del Cielo, así que, simplemente, no fueron divulgadas.

En otros casos, la acción de los Emperadores chinos fue más contundente. Cuando el cristianismo llegó a China, a bordo de barcos romanos, sus teorías igualitarias resultaron incendiarias para el Reino Medio. Si bien nunca encontraron eco en las capas altas de la sociedad china, los cristianos hallaron un terreno abonado para sus enseñanzas entre el campesinado. Varias sectas mesiánicas, como los "Cruces Amarillas" (denominados así por las marcas que hacían en su ropa), comenzaron a actuar en la sombra y a propagar sus ideas. Ello motivó una dura represión del cristianismo en China, por ir directamente en contra del Mandato del Cielo. En pocos años, no quedaban resquicios de las ideas de Cristo en el Reino Medio, y desde entonces se miró con recelo a cualquier persona que mostrara dichas ideas.

Algo similar ocurrió con las teorías democráticas. Cuando un grupo de funcionarios de educación legista inició un movimiento para implantar una institución similar al Senado en China, la reacción imperial fue de la máxima brutalidad. Los funcionarios fueron ejecutados, y sus textos quemados públicamente en la jornada conocida como "La ejecución de los Ciento Siete".

De cualquier modo, en una cosa sí estuvieron de acuerdo romanos y chinos: Con todas sus diferencias, resultaba sorprendente que ambos pueblos, cada uno en un extremo del mundo, hubieran tenido ideas similares sobre cómo debe regirse una sociedad civilizada (taoísmo/cinismo, confucianismo/virtus,...). Para los pensadores de ambos grupos, aquello sólo podía significar una cosa: Si desde tan lejos habían pensado lo mismo, era porque aquélla era la verdad absoluta. Sus respectivos imperios eran imbatibles, porque habían encontrado el sistema social perfecto.

Romanos y chinos compartieron también innovaciones técnicas. Roma aprendió acerca del papel y la porcelana, y sus "fabri" se desplazaron a territorio chino para aprender sobre la magistral ingeniería civil china. Lo que los romanos no consiguieron en un principio fue que China les entregara alguna de las semillas de los "árboles de seda".

China no tuvo excesivo interés en las innovaciones técnicas romanas, salvo en lo referente a la elaboración de cristal. Pero, tal y como había anticipado Gan Ying, sí que quiso saber sobre las tácticas militares romanas, que podrían ser muy útiles al Reino Medio para protegerse de invasores. Los romanos vieron aquí su oportunidad y, tras largas negociaciones, consiguieron un acuerdo por el cual entrenarían a unidades militares chinas a cambio del secreto de la seda.

Este gesto, que acercó sobremanera a ambas potencias, podría haber supuesto el inicio de una fructífera relación renovada. Pero entonces las divisiones internas sacudieron a ambos reinos y otras preocupaciones entraron en la mente de sus gobernantes.

(Próxima entrega: La caída de los dos Imperios).

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