29 enero 2007

El Abrazo de los Dos Imperios

¡Saludos!

Hace unos meses, leí “El imperio de los dragones”, una novela donde se teorizaba sobre un posible contacto entre el Imperio Romano y la antigua China. La novela está bien, pero para mi gusto no trataba en profundidad el tema de la influencia mutua entre ambos pueblos.
Así que escribí el texto que os pongó a continuación. Es lo que se llama un estudio de contrafactuales. Una especie de “What if…?”, para quienes estéis familiarizad@s con la terminología de Marvel.
El texto analiza de qué manera podían haberse influido mutuamente Oriente y Occidente si el explorador Gan Ying hubiera logrado llegar a Taqin (Roma), como deseaba. En la realidad, se lo impidieron los partos, que no querían perder las comisiones que cobraban de la Ruta de la Seda y le convencieron de que Taqin estaba lejísimos (cuando le faltaban realmente unos días para llegar).

El estudio abarca desde el año 97 de nuestra era hasta las postrimerías de la Edad Media. Dada su extensión, lo publicaré en cuatro entregas, que combinaré con entradas más “típicas” de DTuC.

El Abrazo de los Dos Imperios.
Cuando China y Roma fueron aliadas.

1.- El viaje de Gan Ying
A finales del año 98, a las puertas del Imperio Romano, el explorador Gan Ying estuvo a punto de darse la vuelta. Tras más de un año de marcha, parecía que su objetivo, el casi mítico Taqinguo, sería inalcanzable. Pero Gan Ying tenía motivos para continuar.
Desde que Zhang Qian, el gran explorador chino de la era Han, realizara su viaje en busca de los Yuezhi, el Reino Medio conocía las grandes distancias que recorrían sus mercancías a lo largo de la Ruta de la Seda.

El General Ban Chao (que era hermano del historiador Ban Gu, autor de "Historia de los Han") era consciente de esto, y por ello había enviado a su lugarteniente, Gan Ying a buscar un contacto directo con los Taqinren. El objetivo, en una época de expansión china propiciada por la paz interna tras años de inestabilidades, era abaratar los costes de las exóticas mercancías que provenían de la Ruta de la Seda.
Cuando Gan Ying llegó a Tiaozhi (Babilonia), los marineros de Anxi (Partia) le intentaron convencer de que el viaje sería largo y penoso, y de que arriesgaría su vida en él. Por un momento, Gan Ying consideró seriamente la posibilidad de dar marcha atrás. Pero, al final, optó por seguir adelante en la creencia de que las ventajas de un contacto directo con Taqin sería beneficioso para su país. Además, pensó que los Anxiren tenían motivos económicos para intentar que tal contacto no tuviera lugar, dados los ingentes beneficios que obtenían como intermediarios de la Ruta de la Seda.

La intuición de Gan Ying no se equivocaba. Al poco de proseguir el viaje, entrado ya el año 99, Gan Ying llegó al límite oriental del Imperio Romano y consiguió que, por primera vez en la Historia, China y Roma establecieran contacto directo. Fue el momento que, posteriormente, la historiografía china de la dinastía Sui conocería bajo el nombre del "Abrazo de los Dos Imperios".
Los contactos iniciales fueron mutuamente sorprendentes. Gan Ying y los miembros de su comitiva no se encontraron, como esperaban, con un pueblo bárbaro aunque rico, sino con un imperio cuya organización y eficacia burocrática recordaba a la que habían dejado atrás en Luoyang. Y, desde luego, había muestras de riqueza: Grandes ciudades con murallas de piedra, un ejército disciplinado y bien equipado, uso extensivo del valioso cristal, una tesorería eficaz,... (como notaría el propio "Hou Han Shu", cf. Hirth, F., "China and the Roman Orient").
Mirara donde mirara, Gan Ying sólo veía motivos para asombrarse. Lo que inicialmente era una misión comercial empezaba a transformarse en algo más: A Gan Ying no se le escapaba que Taqin debía de ser un imperio comparable al propio Reino Medio.

Desde el lado romano, la sorpresa no fue menor. Inesperadamente, una comitiva de enviados de la exótica Sera Maior, mencionada por Virgilio, Estrabón o Plinio el Viejo, se acababa de presentar formalmente ante el Imperio Romano, portando numerosos regalos. Entre ellos, jade, hierro finamente trabajado, y rollos del misterioso tejido cuyo hilo, según se comentaba, crecía en las ramas de los árboles de Sera a causa del calor de la región. Había cosas que desconcertaron a los romanos, como el hecho de que, contrariamente a lo que afirmaba Plinio el Viejo, ninguno de entre aquellos enviados de Sera tenía los cabellos rojos ni los ojos azules. El Pretor Provincial de Siria, sin embargo, tuvo la misma intuición que Gan Ying ante lo que la comitiva china contaba acerca de un lejano imperio. Supuso, acertadamente, que al Emperador le interesaría tener conocimiento directo de los hechos. De modo que propuso a Gan Ying una visita a la capital romana. Gan Ying aceptó encantado.
La embajada china recibió una acogida de reyes. El destino de Roma estaba en aquel momento en manos del primero de los "Cinco Emperadores Buenos", Nerva. Un hombre ilustrado que había ordenado el fin de las persecuciones a los cristianos, devuelto sus prerrogativas al Senado e incluso utilizado su propio patrimonio para ayudar a los pobres.

Nerva invitó a Gan Ying a pasar unos meses con él y hablar de sus respectivos países. Gan Ying aprovechó para empaparse a fondo de la sociedad romana, su modo de vida y su historia, al tiempo que Nerva hacía otro tanto.
Descubrieron entonces que Roma/Taqin tenía más similitudes con Sera/China de las que creían los geógrafos de ambas culturas: Tanto unos como otros tenían una marcada estructura patriarcal, y una religión familiar basada en el culto a los antepasados (aunque matizada por otras tendencias religiosas que habían ido superponiéndose en el tiempo). En ambos casos habían creado un extenso imperio gobernado por una burocracia civil extremadamente eficaz. Ambas civilizaciones habían realizado colosales obras públicas defensivas, de irrigación y de vías de comunicación. Además había otros puntos de contacto más terrenales: Ambos pueblos, por ejemplo, tenían un gusto refinado por los objetos de lujo. Ambos apreciaban sobremanera su cultura y consideraban "bárbaros" a los pueblos no civilizados.

De todos modos, no todo fue comprensión mutua. Además de los problemas lingüísticos (solucionados mediante el uso de "linguae francae" centroasiáticas), Gan Ying se encontró conceptos ajenos a su mundo. La misma estructura y potestades del Senado, por ejemplo, no encajaban dentro del esquema del Mandato del Cielo, o el hecho de que cualquier patricio, incluso sin ser Senador, pudiera ejercer su derecho de voto. O el que los esclavos pudieran acabar comprando su libertad y convirtiéndose en ciudadanos del Imperio. ¡Tan habitual era esto último que a veces los deudores se vendían a sí mismos como esclavos para hacer frente al pago de las deudas!
Pero lo que más impresionó a Gan Ying fueron las legiones romanas y su implacable entrenamiento. Tras cuatro meses de prácticas, cada legionario era capaz de avanzar 36 Km. en cinco horas cargando los 30 Kg. de equipo completo y armamento. El entrenamiento con armas que recibían después no era inferior en calidad. El resultado era una terrorífica fuerza de combate. Gan Ying tomó buena nota para informar a su Emperador sobre todo esto. En el "Memorial sobre Taqinguo" (obra ficticia), que escribiría en el viaje de vuelta desde Roma, puede leerse:

"...y dado que así están entrenados, ningún pueblo bárbaro puede hacerles frente, por belicosa que sea su gente. Lo que, según la humilde opinión de este enviado, sería de una gran utilidad para asegurar la paz y la prosperidad en los dominios del Hijo del Cielo".

Nerva mantuvo numerosas conversaciones con Gan Ying, mientras algunos de sus diplomáticos más avezados aprendían lo que podían de su compleja lengua. Pero el Emperador pronto vio que si quería tener información de primera mano, debía enviar a sus propios representantes a Sera Maior. Así fue como una comitiva partió, año y medio después de la llegada de Gan Ying a Roma, con destino a Luoyang y portando un cargamento de oro, plata, piedras preciosas, orfebrería, cristal, cuernos de rinoceronte y -en general- todos aquellos objetos que Gan Ying aseguró serían del agrado del Emperador como regalo. Nerva se tomó tan en serio esta misión diplomática, que encargó a miembros de su propia Guardia Pretoriana la protección de la embajada.

Para cuando los representantes de Roma llegaron a la capital china, un año después, ya hablaban con una cierta soltura el idioma del Reino Medio. Tras meses de estancia en Luoyang, pudieron negociar toda una serie de acuerdos comerciales con Sera Maior.
La situación era ventajosa para ambos imperios. Eran poderes gemelos y, en otras circunstancias, podrían haberse considerado rivales. Pero se encontraban lo suficientemente lejos el uno del otro como para no suponer una amenaza o para que no tuviera sentido discutir sobre territorios. De modo que una alianza era posible.

No hubo, sin embargo, acuerdos militares (era demasiado pronto para ello, y estaban demasiado lejos como para que fuera práctico). Pero sí se forjó una importante alianza económica, basada en la concesión mutua de derechos de comercio. Con los intercambios de sus respectivos conocimientos geográficos, pudieron crear una importante vía de intercambio de bienes: La nueva Ruta de la Seda.

(Próxima entrega: Propagación de las ideas).

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